Cumpleaños turbulento
Nabiel Kanan
Dibbuks
Rústica. 64 págs. B/N
10 €
Max Collins es un acomodado analista político que trabaja como consejero en el gabinete de Thom Conran, candidato a alcalde de Londres. Vive en las afueras, en una preciosa casa en el campo, con su familia. La típica familia de clase media-alta inglesa compuesta por un cabeza de familia uniformado en traje de Armani que trabaja en la city, una madre artista de ideas pretendidamente abiertas y dos niños: la mayor, adolescente y contestataria, y el menor, enfrascado en sus juegos infantiles. Pero una ley del suelo excesivamente conservadora y un pasado traicionado lastrará el devenir de Collins como animal político y social. Las insinuaciones de Emma, la última incorporación del gabinete, marcarán el inicio de unas turbulentas revelaciones. Es la chispa que enciende la memoria de un Max Collins que se nos muestra inalterablemente apático y derrotado, en contraposición a los recuerdos que de sí mismo tiene: antaño existía el Max Collins preocupado por una política social igualitaria y justa, comprometido con sus alumnos y su familia. El tiempo, la comodidad y la burguesía, no obstante, han maltratado tanto su ética como su cordura. El atenazador sentimiento de culpabilidad y una epifanía desencadenarán en Collins una reevaluación de su estatus y la consiguiente búsqueda de una redención que se revela tardía.
Pero también provocan que veamos la hipocresía subyacente en la apariencia de una familia bien. La esposa de Max Collins no es tan abierta de miras como pretendía hacernos creer; es, por contra, una mujer mucho más conservadora que su propio marido. El hijo, poco a poco, va mostrando unos gestos racistas peligrosos a su edad. La hija, aquella de quien podría pensarse en un principio como una niña malcriada, es la primera decepcionada por las promesas incumplidas de su padre. De esta forma, es mejor que el lector no caiga en prejuzgar ninguno de los protagonistas del libro. De ser así, sus expectativas se verían truncadas en cada página, pues Nabiel Kanan no quiere que nos enfrentemos a su lectura con ideas preconcebidas. Por el contrario, nos enseña una imagen idílica de una posición social que vive en la inopia, despreocupada de los problemas mundanos, pero que esconde multitud de autoengaños que salen a relucir ante el menor rascado superficial.
Las calles de Londres, una aséptica oficina o las estancias de una casa típica inglesa son los decorados donde estos personajes se mueven empujados por las circunstancias. Mientras Max Collins deambula por todos ellos buscando su lugar (que finalmente y por suerte encuentra, aunque más lejos/cerca de lo que pensaba), el resto tienen una libertad limitada. La esposa se queda en casa y defiende ese territorio, el suyo, con uñas y dientes ante un peligro inducido por la intolerancia. La hija, en cambio, no siente esa casa como su verdadero hogar. Se encuentra descolocada, desubicada; ella pertenece al pasado, a aquellos años donde la figura del padre era primordial, líder e inmaculada, y no dudará en huir hacia allí, con la esperanza de celebrar su 15º aniversario tal y como le fue prometido. Queda fuera del encuadre crítico la pieza fundamental, el único coherente con sus ideales, imperturbables a pesar de los inconvenientes y los obstáculos, aquél que comenzó idolatrando a Max Collins y terminó por ser todo cuanto Collins había pretendido originalmente.
Nabiel Kanan es un joven autor británico de raíces palestinas nacido en 1971 y prácticamente desconocido en nuestro país pero con obras reconocidas como este Cumpleaños turbulento o su anterior La chica perdida (también publicada por Dibbuks). Kanan es rígido en su estructura narrativa, limitando la página a una parrilla de nueve viñetas que se trunca para recalcar los puntos de inflexión en la historia presentada a modo de splash-page. Nos da masticado el ritmo de lectura, los pasos que debemos ir dando para avanzar en la historia, como montados en un monorraíl conducido por el autor que se para en los paisajes más destacados para que podamos sacar una foto. También es proclive a ofrecernos unos personajes muy cercanos a los de Adrian Tomine, tanto en su presentación gráfica, con un trazo fino y lineal, como en la puesta en escena de sus motivaciones, con un comportamiento frío que provoca un alejamiento (¿rechazo?) del lector.
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